domingo, 18 de diciembre de 2011

Crudo.

Cuando me pedías besos y desconocía la magnitud de mi felicidad, flotaba igualmente. Me miraste como nunca nadie me ha mirado, y tengo tus ojos clavados en mi memoria. La magia de tu corazón abierto en canal para mí; me hechizó de por vida. Quisiera cogerte de la mano y olvidar todo lo malo, enterrar mis errores para siempre, devolverle los insultos a la ciudad con sonrisas, hacerte sonreir y volver a ser patrimonio de tus ojos tiernos... Pero a un paso del abismo estás. Añoro nuestras charlas intermitentes y seguir viéndote, aunque no lo creyeras, la más guapa del mundo. Recuerdo cuando hacíamos el amor y luego nos quedábamos dormidos acurrucados y rebosantes de paz, después de que me recitaras, sin saberlo, el mejor poema que jamás haya escuchado.

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